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Amor sin ataduras
-Ya tengo una decisión tomada, Samanta a pesar de ser una parte muy importante de mi vida y alguien a quien amo demasiado, no es precisamente lo que quiero tener a mi lado como apoyo, como pareja. Y sí, probablemente me di cuenta un poco tarde en mi vida pero siempre es tiempo para ser feliz en plenitud, o eso creo.
Desde que vi a Carlos por primera vez y me hizo sentir tantas cosas nuevas supe que nada sería igual. Nunca nadie me había hecho dudar del amor que le tenía a mi mujer, pero él sí, y eso no era normal, no me hacía bien, me sentí muy mal conmigo por varias cosas; principalmente me pesaba el alma por sentir algo por alguien ajeno a mi esposa, le estaba fallando a ella y no lo merecía, además la homosexualidad es algo que jamás imagine en mí, socialmente es demasiado rechazado el gusto hacia el mismo sexo y me sentía sucio precisamente por todo lo que me habían enseñado y demostrado, sentir algo por Carlos me hacía fallarle no solo a mi esposa, sino también a mi familia, a mi religión y a mí mismo.
Aun así mi familia siempre me enseñó a valorarme a mí mismo y a buscar mi felicidad y fue esta la razón principal por la cual decidí quedarme con Carlos, seguir a mi corazón, ser feliz.
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Dejé a Samanta, fui sincero con ella y le di los verdaderos motivos. Ahora ella no quiere saber nada de mí, me duelen aun sus palabras cada vez que las oigo sonar en mi mente fugazmente, “me das asco, eres una vergüenza para el mundo, ojala te sanes”. Me fui a vivir por un tiempo a casa de mis padres, puesto que la casa en la que vivía con mi mujer era de ella, mientras encontraba un lugar a donde irme con Carlos. Samanta no le mencionó nada a nadie por vergüenza, por cuidar su imagen y reputación y yo menos le iba a decir a mis padres las verdaderas razones por las cuales la había dejado, sabía cuál sería su reacción y la verdad necesitaba por el momento un lugar en donde comer y dormir a gusto.
Un día salía tarde del trabajo y Carlos fue a verme, quería que saliéramos e hiciéramos algo como en una cita, la verdad es que salir con él me encanta, me da paz y seguridad, sus brazos son el lugar al que creo siempre he pertenecido y al fin los tengo; iríamos a comer pizza a casa de sus padres pues ese día estaba solo. Cuando fuimos a mi carro el me acorraló y me besó, sin dudarlo correspondí sus acciones con la confianza de que estábamos completamente solos en el lugar, cuando el beso termino y abrí mis ojos vi a mi jefe parado pálido con la mirada fija en mí atónito por lo que acababa de pasar. Desde ese momento supe que todo empeoraría.
Al día siguiente a mi casa había llegado una carta de despido con razones explicitas, carta que mi madre leyó. Fue un caos, mis padres llamarón a Samanta, hicieron una reunión y trataron de hablar conmigo para hacerme entrar en razón o algo, en resumen me pusieron una especie de ultimátum, o me iba a sanar lo gay, volvía con samanta para poder seguir siendo su hijo, o seguía en mi relación demoniaca y me olvidaba de mi familia por siempre…
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